miércoles, 9 de abril de 2014

Isanrra: Capítulo 1


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El timbre sonó justo cuando estaba a punto de meterse un bocado en la boca. Fiora tiro la tostada en el plato y  se levantó de la mesa, gruñendo de mala gana. Fue hacia la entrada principal.

-¿Por qué no usas las llaves que te di? Iba a empezar a desayunar ¿sabes? El desayuno es la comida más importante del día, lo dicen en la tele.- Índico con cara de pocos amigos, mientras efectuaba una pequeña pirueta para regresar al comedor.

- ¿Alguien se ha levantado de mal humor?- Este cerró la puerta y siguió a Fiora, que se giró para lanzarle una expresión molesta-. Lo sé, lo sé, el desayuno es sagrado para ti. ¡Come tranquila!

Fiora volvió a sentarse mirando su tostada templada con mala cara, mientras que él se tiró sobre la alfombra. Missi se acercó correteando hacia él y comenzó a ronronear y a restregarse por la mochila que había dejado a su lado, erizando sus bigotes.

Fiora los observaba recordando con nostalgia la primera vez que llevo a su hogar al pequeño minino.

Fueron unos meses después de la muerte de su padre. Cuando Erick se llevó a Fiora a uno de sus obligados paseos para sacarla de casa. Estaban caminando cerca del rio cuando comenzaron a escuchar unos débiles maullidos. La gata estaba sobre una roca en medio del agua, mojada y tiritando, aferrándose como podía a la piedra resbaladiza. Fue Erick quien se metió para socorrerla. Cuando la llevo ante Fiora, está la envolvió en su jersey para secarla y  que entrase en calor. En cuanto la sostuvo en sus brazos supo que jamás podría abandonarla, sentía que la necesitaba en su vida y tal vez así fuera.

Su pelaje era cortó y suave, de un color gris pardo con unas delgadas líneas negras aquí y allá. Gozaba de unos preciosos ojos esmeraldas, y le asomaban unos pelitos por detrás de las orejas y bajo las mejillas. No sabría determinar su raza ni su edad, tal vez tuviese 3 años.

Tras varios arrumacos, ronroneos, maullidos, incluso leves zarpazos cariñosos, Erick, al fin se decidió a sacar de la bolsa una fiambrera con cachitos de lomo de la cena del día anterior que había reservado para ella. Siempre le guardaba lo que fuere que sobrase cuando su madre hacia exceso de comida, lo cual solía ser de forma muy continua.

<< Es un amor>> pensó Fiora.

En cuanto termino de desayunar, se dispuso a preparar la mochila con las cosas que llevaría a la acampada, porque si, había decidido que haría la mochila el mismo día.

- ¡No olvides coger la tienda! - Grito Erick desde el comedor, aun jugando con Missi.

Lo había olvidado completamente.

Se desprendió de su pijama de ositos, sustituyéndolo por unos vaqueros ajustados y una camisa de cuadros marrón.

Antes de poner rumbo hacia la nueva aventura, Fiora se aseguró de dejar repartida por toda la estancia, varios cuencos con comida y agua para Missi, tan solo estaría fuera un par de días, pero más valía prevenir.

 

 

El viejo Land Rover de Luis, circulaba con velocidad moderada a través de la vegetación. A su lado de copiloto, iba Megan, su nueva novia, que se había apuntado en el último momento. Ninguno de ellos la conocía aun y no estaban muy entusiasmados con la idea de que viniera pues se suponía que era una pequeña reunión para la vieja cuadrilla.

 Fiora iba en la parte trasera del vehículo mirando distraídamente por la ventanilla. A su lado estaba Cora con una sonrisa de oreja a oreja, parecía muy feliz de volver a rencontrarse con su amiga. Erick, al otro lado del vehículo observaba a sus amigos sin articular palabra. Inconscientemente esbozo una pequeña sonrisa, feliz de que finalmente volvieran a reunirse de nuevo.

Fiora, estaba tan ensimismada en sus fantasías, que apenas fue consciente del trayecto hasta que se detuvieron frente a unos inmensos robles, que no les permitían seguir avanzando por el camino.

Como fueron los primeros en llegar, tuvieron que esperar alrededor de veinte minutos a que el resto de sus amigos los alcanzase.

- Oye pelirroja, ¿Qué te ha pasado en el cuello? - Pregunto Luis mientras sacaban las cosas del maletero.

- ¿A qué te refieres? - Fiora se palpo crispada-. No tengo nada. - Y coloco su cabello ondulado estratégicamente para ocultar su cuello de miradas indiscretas.

- Es cierto, tienes toda la zona morada ¿no te duele? - Erick la escudriño bajo las gafas con aquellos ojos grises que denotaban preocupación. Parecía un tanto molesto por no haberse dado cuenta antes.

Odiaba ser el centro de atención y en aquel momento todas las miradas se dirigían hacia ella. No obstante no pudo evitar admitir que sus amigos estaban en lo cierto. Esa misma noche trataron de estrangularla, y a pesar de que había sido un sueño, cuando se miró en el espejo aquella mañana observo unos pequeños hematomas rodeándole el cuello. Porque si, al parecer ahora se lesionaba mientras dormía. Seguramente.

- ¡Ah! ¿Esto? - Pregunto señalando con el dedo índice el moratón de su garganta-.  No es nada, es solo que… soy sonámbula. - Y con un sencillo gesto en la mirada dio a entender que la conversación había finalizado, cargo su mochila a la espalda, agarro la tienda de campaña con una mano y un faro con la otra, y se alejó de ellos.

 

Anduvieron durante más de una hora, esquivando piedras, raíces, y toda clase de  obstáculos que se interponían en su camino. Fiora tropezaba continuamente, de no ser por sus compañeros, que la sujetaban cada dos por tres, seguramente se habría caído varias veces.

Comenzó a frustrarse debido al cansancio, dando pie a su lado más gruñón. Caminaba con el ceño fruncido y una agitada respiración provocada por la fatiga que sentía. Estaba cansada. Ningún sitio parecía ser adecuado para montar la tienda. Todo eran inconvenientes para sus amigos. <<“esta zona queda demasiado a la intemperie”, “aquí hay demasiados árboles”, “tiene pinta de haber animales salvajes”, “hay muchas piedras”, “este suelo no me gusta…”>>

Una  inmensa desesperación se retorcía por sus entrañas, le flaqueaban las fuerzas. Con cada paso que daba más le temblaban las piernas, por no mencionar que la mochila que cargaba sobre los hombros parecía cada vez más pesada. Afortunadamente para ella parecieron hallar el lugar ideal.

Cuando se detuvieron en la explanada, Fiora arrojo la bolsa contra el suelo, poso las manos sobre su cintura y recorrió la zona con la mirada. Pensó que aquel lugar no era nada que no hubiesen visto camino atrás, la misma vegetación salvaje, las mismas piedras y las mismas raíces. La única diferencia que parecía haber, era un árbol caído y ya medio podrido por la humedad.

- Vamos ayúdame a montar la tienda - Ordeno Erick.

-¿De verdad? - Preguntó atónita. Su amigo la observo por encima de las gafas sin comprender-. ¡Oh vamos! acabamos de llegar, tenía la esperanza de sentarme un rato y beberme al menos cuatro litros de agua.

- ¿Alguien lleva demasiado tiempo encerrada en casa eh? Vamos a pillar sitio para montar la tienda Fio, y luego si quieres te acompañare a buscar un arroyo para que te lo bebas entero. Mientras tanto bebe esto. - Le lanzo la cantimplora, con una inmensa sonrisa. Fiora la cogió torpemente, le devolvió la sonrisa, asintió y bebió un gran trago de agua.

- Buenos ¿cómo estás? ¿Sigues luchando por salvar al mundo de la invasión alienígena? - Preguntó el muchacho en tono burlón mientras le pasaba un extremo de la tienda.

- ¿Qué?

- ¿Sigues teniendo esos sueños tan extraños?

Por supuesto Erick estaba al tanto de sus quimeras. Normalmente se lo contaba todo, pero en aquella ocasión se vio obligada a hacerlo.

Cuando su padre falleció, lo último que deseaba era estar sola en casa. Así pues, llamo a su amigo y le pidió que se quedase un par de días con ella. La primera noche, Fiora volvió a soñar con Adelbert.

En aquella ocasión, estaban solos, a excepción de que eran perseguidos por un grupo de hombres armados con espadas. Sus persecutores vestían todos del mismo modo, con ropas oscuras que tapaban prácticamente cada milímetro de su piel, un rasgo que les caracterizaba eran unos tatuajes negros en el rostro, como líneas que salían a la superficie. Fiora y Adelbert corrían a la velocidad del viento a través del bosque, salteando los diferentes obstáculos que se interponían ante aquella libertad tan ansiada, pero de repente algo se enrosco en la pierna de Fiora... Haciéndola caer de bruces contra el suelo, muy propio de ella había que reconocerlo. Esto provoco que uno de los hombres que los seguían le diera alcance agarrándola del brazo y levantándola de golpe. Fiora no pudo zafarse de sus garras y no tuvo tiempo de reaccionar antes de que aquel hombre fiero y con expresión sombría, la clavase un puñal en el abdomen.

En aquel instante Fiora se despertó aullando de dolor, palpando el lugar donde se clavó el puñal, pero no había nada, su piel estaba completamente limpia. Erick preocupado por su amiga, fue corriendo al dormitorio de está, con el fin de averiguar que había ocasionado aquellos gritos de terror, y la encontró incorporada sobre la cama empapada en sudor, con una mirada de auténtico pánico sobre el rostro.

Tras largo rato conversando con él sobre los extraños sueños que a menudo la visitaban por las noches, se sintió totalmente aliviada. No había sido consciente hasta aquel momento, de lo mucho que necesitaba desahogarse con su mejor amigo.

- ¡Ah! sabes que sí, no creo que se me pase de un día para otro.

- Lo sé. ¿Y eso te lo has hecho durmiendo? - Preguntó señalando el moretón del cuello de su amiga-. ¡Vamos, sé que no eres sonámbula! He dormido contigo un montón de veces.

- Admito que no sé cómo me lo he hecho Erick, pero ¿Qué otra cosa puede ser? Anoche soñé que un hombre me agarraba del cuello, y hoy tengo esto. - Señalo su cuello-. Lo más lógico es pensar que me estrangule a mí misma.

- ¿Has pensado en visitar otro terapeuta?

- Ya he estado en doscientos loqueros y he probado con mil medicamentos y ninguno funciona. - Exageró exasperada.

- Sigo pensando que deberías ir, no puedes seguir de este modo Fiora ¡Mira lo que te has hecho! La próxima vez podría ser peor ¿Y si…

- ¡Listo! - Interrumpió ella haciéndole ver a su amigo que habían terminado de montar la tienda. Sonrió con descaro y dio por zanjada aquella conversación. Carecía de sentido hablar de ello, jamás llegarían a un acuerdo.

Pero Erick reflejaba una clara preocupación por su amiga, decidió que trataría de hablar con ella tras haber disfrutado de sus pequeñas vacaciones.

Ambos metieron sus pertenencias en el que sería su refugio, y extendieron los sacos de dormir.

Poco después, se reunieron con el resto del grupo, que ya habían terminado de montar el campamento. Se lo pasaron de fábula colocando en círculo algunos tocones, que utilizarían como asiento. Si los datos de Erick eran correctos, aquel seria el escenario que utilizaran los chicos para atormentar a sus amigas con unas estúpidas leyendas urbanas.

- ¡Vamos, venid aquí! - Gritó Luis haciendo un gesto con la mano para que tomasen asiento-. Estamos picando algo.

Fiora se fijó el mantel de cuadros rojos que habían extendido sobre el suelo, con una infinidad aperitivos sobre ella. Había frutos secos, queso, pan, galletas, y un tipo de fruta que no le era familiar, entre otras cosas. Obedeció a Luis y se sentó junto a su novia Megan. agarro un pequeño puñadito de maíces.

- Hola. No nos han presentado soy Fiora ¡Ya te vale Luis, ni nos presentas!

- ¡Perdonad! Que despiste.- Luis se levantó para hacerse ver entre el grupo-. Chicos, os presento oficialmente a Megan, ser buenos con ella. - Megan se incorporó también y saludo al grupo con la mano y una sonrisa ruborizada.

- ¡Hola Megan! - Gritaron todos al unísono.

- Tranquila son buena gente - le dijo Fiora a Megan cuando volvió a sentarse. Megan parecía tan tímida que solo sonrió.

- Bueno… ¿a qué te dedicas? - Pregunto Fiora con la intención de sacar conversación, algo que no se le daba especialmente bien.

- Trabajo en un centro comercial a las afueras de mi pueblo ¿Y tú a que te dedicas?

- Deje mi trabajo hace tiempo cuando mi padr…. Bueno el caso es que he decidido que quiero trabajar en algo que me apasione y como tengo algo de ahorros estoy mirando un local para abrir una librería.

- Anda que interesante.

- ¿Te gusta leer?

- Bueno, no mucho la verdad. Pero me parece interesante el riesgo que conlleva y el valor que tienes a la hora de perseguir tus sueños. Hay que ser muy valiente. y te deseo lo mejor.

- Gracias. - Le lanzo una mirada de aprobación a Luis. Aquella chica tímida y risueña le caía  muy bien, ya lo había decidido.

 

No podía dejar de pensar en Missi, nunca antes había pasado una noche sola en casa, sabía que estaría bien y no obstante no podía evitar preocuparse ¿y si se sentía triste? ¿Y si pensaba que le había abandonado?

<< ¡Por favor, Fiora relájate! Estará bien, sabe cuidar de sí misma, es lista. >> pensó

- ¡Pelirroja!

- ¡Madre mía que susto me has dado! - Exclamo. 

- Lo siento. - Dijo Cora entre risas-. ¿Vamos a dar una vuelta?  Me apetece investigar un poco. - Parecía no querer aceptar un no por repuesta.

- ¿Os importa si me apunto? - Intervino Erick. Su voz sonaba casi a suplica-.  Si preferís estar solas lo entenderé.

- No hay problema. - Concluyo Cora mientras se levanta y sacudía con gracia la suciedad del pantalón.

- ¿Vamos a andar mucho?- Pregunto Fiora.

- No lo sé.  ¿Por qué?

- ummm, no por nada.

 

Fiora y Cora  se conocían desde hacía tan solo tres años, cuando chocaron de bruces en la biblioteca del pueblo. Fiora estaba realizando las prácticas de su último año de curso. Llevaba un montón de libros en los brazos que debía recolocar en sus correspondientes estanterías cuando de repente Cora choco bruscamente contra ella haciendo caer todos los libros al suelo. De inmediato ambas chicas se agacharon para recogerlos, como en una de esas clásicas películas de romance. Sus miradas se encontraron y... Le pareció una persona muy agradable con un extraño sentimiento de familiaridad, razón por la cual, tal vez habían conectado, hasta el punto de convertirse en una de sus mejores amigas. Poco después Fiora la presento al grupo y fue recibida con los brazos abiertos.

Además de ser una persona encantadora, Cora era el tipo de mujer que no pasaba desapercibida. Era preciosa, tenía una melena rubia que le llegaba por los hombros, a juego con unos ojos azules de mirada dulce, complexión atlética. Sin embargo Fiora era todo lo opuesto, una chica del montón, pálida, pecosa, un tanto huraña y quejica. Siempre iba despeinada y vestía con atuendos simples y anchos.

 

De nuevo llevaban largo rato caminando, sin rumbo y sin prisa. Cruzaron un sendero lleno de rocas de distintos tipos y tamaños, bien posicionadas a cada lado. No era un pasaje agradable. Cada poco rato, les saludaban esas dichosas y elevadas cuestas que acabarían destrozándole por completo las piernas a Fiora, pues aún no se había recuperado del todo del trayecto anterior. Subían y subían, esa tortura no acabaría nunca. Al menos en esta ocasión sin la presión de tener que cargar un peso muerto sobre su espalda.

- ¿Has pensado en mudarte? - Pregunto Cora. Erick iba varios pasos por delante.

- La verdad es que no. Adoro mi casa, está lo suficientemente alejada del pueblo para que no me moleste nadie y detrás tengo el bosque. - Contesto Fiora con el poco oxigeno que tenía.

- Lo sé pero…

- Sé que está cargada de recuerdos, pero esta bien así, son recuerdos bonitos que no quiero perder.

- Entiendo. - Cora pareció dudar-. Me ha dicho Erick que has dejado tu trabajo en la biblioteca.

- Así es. Me he tomado un año sabático. Amo mi trabajo Cora pero, lo cierto es que me gustaría tener mi propia librería.

- No tenía ni idea. - Cora paro en seco. Cosa que Fiora agradeció. Esta bebió un trago de agua y contesto:

- Lo sé, no se lo he contado a nadie, bueno a Megan ahora mismo, no sé por qué. - A Fiora le pareció ver un pequeño gesto de molestia en el rostro de su amiga.

- Está bien, no tenemos por qué contárnoslo todo. - y reanudo la marcha.

Continuaron subiendo sin mediar palabra. Fiora llego a plantearse si aquel lugar tendría una cima, un final. ¿Hasta dónde querían subir? ¿Y por qué había que subir? ¿No podían haber elegido el camino que iba en línea recta? comenzó a quedarse atrás por lo que Sus amigos iban por delante de ella hablando de cosas que no podía escuchar. ¿Estaría Erick por fin confesándole su amor a Cora? su amigo llevaba prendido por ella casi desde que la conoció.

Lucho por alcanzarlos entre sofocos y respiraciones forzadas, por dios necesitaba hacer más ejercicio. Cuando regresaran de la acampada, se apuntaría a un gimnasio.

Se detuvo, cuando no muy lejos de donde se encontraba algo llamo su atención. Una cueva. Una cueva a la que sentía que necesitaba entrar. Una cueva que le estaba llamando por alguna extraña razón. No estaba segura de si debía llamar a sus amigos, pero qué diablos, habían ido a investigar ¿no? Y además, sería una buena excusa para descansar.

- ¡Eh chicos! Quiero ir allí. - Grito señalando la cueva, mientras se mordía nerviosa el labio inferior. Cora siguió con la mirada la dirección que señalo la muchacha y sonrió.

- ¡Claro! ¿Por qué no?

De lejos se veía deslumbrante. Un gran arco cubierto de estalactitas rocosas, no parecía estar muy deteriorada y no daba la impresión de ser peligroso entrar en ella. Una vez en el interior la imagen no era peor, una gruta rocosa, por la que se filtraban los rayos de sol que  reflejaban en el pozo de agua turquesa que se mostraba a pocos metros de distancia. El cuadro era realmente espectacular. Parecía que el lugar tuviese luz propia.

- Yo ya he estado aquí- Murmuro Fiora sin pensar.

- ¿Enserio? - Preguntaron al unísono sus amigos-. ¿Cuándo? - Prosiguió él.

- No lo sé.

Otra vez aquella extraña sensación de familiaridad que sentía a veces sin saber muy bien por qué. Era abrumador, no lograba recordar cuando había estado allí, pero tenía claro que había estado antes en aquel lugar. Tal vez de pequeña, en una de las muchas expediciones a las que iba con su padre. Era lógico que se le hubiese olvidado, pues tendría muy pocos años, y habían ido a tantos sitios que resultaba imposible recordarlos todos.

Cruzaron por al lado del pozo y se adentraron por uno de los pasadizos. A pesar del gran temor que sentían de perderse, la curiosidad se apoderaba de ellos. Cuanto más avanzaban más rocosa se tornaba la superficie. Cora iba corriendo de un lado a otro, saltando y riendo como una niña pequeña, mientras Erick la observaba con dulzura.

-¡Mirad!  - Bramo.

Se encontraban en una especie de estanque. El agua se veía pura y cristalina y no parecía tan profunda como la del pozo que habían dejado atrás. Eran aguas termales, pues un pequeño vapor de humo se alzaba sobre ella.

- Mira está caliente. Tócala. - Dijo Cora. Fiora se inclinó muy cerca de ella y aquellos ojos azules como alhajas se cruzaron con los suyos, hundió la mano en el agua que efectivamente estaba caliente.

- ¿No os dan ganas de daros un chapuzón?

- Pero… Cora… no hemos traído el traje de baño, nos lo hemos dejado todo en el campamento - Indico Erick ruborizado.

- ¿Cuál es el problema? No necesitamos un bañador para entrar ahí ¡Venga! No aceptare un no como respuesta - Erick se puso aún más colorado.

La idea de quedarse en paños menores bajo la mirada de sus amigos no era algo que a Fiora le agradase.

- Vamos Cora será mejor volver, ni siquiera me queda agua.

- Toma - Cora le dio su cantimplora a Fiora para que se hidratase y después se la dejo a Erick-. Yo voy a meterme.

Cora comenzó a quitarse la ropa sin ninguna clase de pudor. Mientras ambos amigos se quedaron observándola embelesados sin mediar palabra.

 



 


1 comentario:

  1. Tengo curiosidad por saber qué tramas en esta historia ;) Pero me gusta el ir descubriéndolo a medida que avanza la narración.

    Recuerda que esto es solo un borrador y que podrás cambiarlo todas las veces que quieras, si se te ocurren nuevas escenas y cambios podrás tachar y reescribir siempre. Pero de momento disfruta de la escritura y del mundo que has creado! Ya habrá tiempo para comerse la cabeza después. :)

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