Y ahí estaba, en un claro rodeado de árboles, bajo la luz
de la luna. Al amparo de una fogata, hipnotizada por sus llamas. Las
preocupaciones habían desaparecido, las inquietudes y todos aquellos agobiantes
sentimientos quedaron absortos bajo el hechizo del fuego, arrastrándola a un
estado de total y absoluta relajación.
El resto de la compañía aun dormía. Era
ella quien debía mantener la guardia, velando por el bien de sus compañeros, asegurándose
de que permanecían a salvo.
A la derecha de la hoguera, echa un
ovillo y abrazada a una daga con finas esmeraldas incrustadas en el mango, había
una mujer que no parecía ser mucho mayor que ella, pero no alcanzaba a vislumbrar
su rostro con claridad, ya que gran parte de él estaba cubierto por una larga
melena ondulada. Sin embargo podían apreciarse unos grandes surcos bajo sus
ojos que mostraban que no había descansado en varios días. Aquella mujer cubría
su cuerpo con una capa oliva, que le pareció extrañamente familiar, para resguardarse del frio de la noche. A sus pies,
reposaba un reluciente arco plateado y un carcaj repleto de flechas.
El caballero que descansaba a la
izquierda de la pira, dormía a pierna suelta sin preocupación alguna. Al
contrario que su compañera, este mostraba un aspecto relajado y confiado. A
ojos de la guardiana del campamento, aquel chico parecía ser muy grande y
musculado, su cabello dorado brillaba iluminado bajo la luz de la luna. Vestía
con una fina blusa marrón, de aspecto desgastado y unos pantalones negros y ajustados.
Como su compañera, este también llevaba capa, aunque era oscura y no parecía
estar usándola para resguardarse del frio. La espada del guerrero, se
encontraba envainada, casi se podría decir que olvidada, reposando sobre la
espesura.
La guardiana creyó escuchar un ruido muy cerca de ellos y se puso en pie de inmediato dejando atrás aquella calma. El ambiente se había vuelto tenso, oscuro y totalmente silencioso. Se llevó la mano a la cintura en busca de la protección de su daga, mirando de derecha izquierda, pero fue demasiado lenta, pues antes de poder desenvainarla, unos corpulentos brazos rodearon su cuello haciendo que depositara el arma de nuevo en su funda y robándole el oxígeno de los pulmones. Trato de zafarse en vano pues los brazos que la oprimían eran demasiado fuertes. Intento gritar para alertar a sus compañeros aun dormidos, pero de su garganta no salió sonido alguno….
Se incorporó de golpe lanzando un sonoro
grito de dolor. Su garganta. Le costaba respirar. Se llevó las manos al cuello
sin saber muy bien como ese gesto podría ayudarla, un acto reflejo supongo. Estaba
empapada en sudor, asustada muy asustada y respiraba con dificultad. De nuevo
aquel maldito sueño.
Despertarse en mitad de la noche gritando y muerta de miedo se había
convertido en un ritual. A menudo con la sensación de no estar sola.
En la mayoría de aquellos sueños aparecían los mismos guerreros, los que
aquella noche había tenido que proteger. Habitualmente aquellos sueños no eran
más que fragmentos insignificantes, incluso
solía olvidarlos al día siguiente. No obstante, los últimos meses dejaron de
ser simples fragmentos para transformarse en historias continuas y muy vividas.
Todo esto no habría sido un gran problema si no fuera por que empezaba a
repercutir en su día a día. Le dolía cada musculo, le dolían los ojos y le
dolía casi hasta caminar, se sentía terriblemente cansada.
Había consultado con varios especialistas al respecto, pero todos ellos
coincidían en que seguramente se tratase del estrés debido a perdida de un ser
querido.
Su padre.
Nunca conoció a su madre. Ignoraba los motivos por los cuales la
había abandonado. Cuando preguntaba a su
padre al respecto, este se ponía tenso y serio y tan solo le contaba que desapareció tras su
nacimiento.
Pero si llegados a aquel punto de su vida aún no había tenido las
agallas suficientes para ponerse en contacto con ella, desde luego no se
merecía el título de madre. Jamás podría perdonar que ni tan siquiera la
hubiera llamado por teléfono tras la muerte de su padre. ¿Acaso no sentía
curiosidad por conocer a su hija? ¿No la quería? Pero sobre todo Fiora nunca le
perdonaría, por no haber acudido al funeral.
Tan solo tenía a Missi y a Erick, su hermano. Bueno no era realmente su
hermano pero así lo sentían. Erick siempre estuvo ahí, desde que eran pequeños.
Se criaron prácticamente juntos como hermanos. Fue Erick quien estuvo ahí tras
la muerte de su padre, no su madre. Fue Erick, quien iba todos los días a verla.
Ella apenas habría sido capaz de mantenerse en pie si no fuera por él, lo sabía
y le estaría eternamente agradecida. Le obligaba a alimentarse, a asearse a
salir del sofá. Le obligaba a salir a la calle y despejarse y le ayudaba con la
limpieza de la casa.
Esta trágica vivencia, le llevo a descuidar
sus amistades y así misma.
Fueron Erick y Cora, quienes decidieron organizar la acampada que
reuniría de nuevo a al grupo de amigos. Aquella quedada había sido creada
específicamente para ponerse al día y recobrar la distancia.
Por otro lado Fiora, no podía hacer más
que deliberar y fantasear con todas las actividades y aventuras que estaban por
venir. Se presentaría voluntaria para recolectar madera y encender una fogata,
donde asarian la comida y se resguardarían del frio. Pediría a Cora, una de sus
mejores amigas junto con Erick, que le ayudase, y así hablarían de todos los
cotilleos que se habían perdido en aquellos meses. Pero ella sabía que nada
sucedería así, pues sus compañeros llevarían comida, y probablemente no encendiesen
ninguna hoguera por miedo a provocar un incendio forestal. Si tenían frio se
cubrirían con los sacos de dormir y si la comida estaba fría utilizarían el
campin gas. <<Pero
fantasear es gratis>>
Fiora, estaba realmente entusiasmada con la idea, en especial por todo lo que había vivido en el último año y medio. Una mañana mientras estaba trabajando recibió una terrible llamada telefónica. Su padre había muerto en un trágico accidente de coche. Ni si quiera pudo despedirse de él pues no hallaron más que su cartera entre las cenizas y los escombros. realizaron una ceremonia con un ataúd vacío.
Pero definitivamente debía poner fin a aquella situación de continua autodestrucción. Su padre no querría verla así, no querría verla desperdiciar su vida, no querría verla dejar de lado a sus amigos. Sus sueños. Razón por lo que hacía un par de semanas decidió que había llegado el momento de dejar de depender de Erick, salir de la cama por sus propios medios y voluntad, alzarse, rehacer su vida, salir de aquel abismo de oscura depresión. Era la hora de dejar la bata de lado y comenzaría una nueva vida. Poner en orden sus ideas, sus proyectos, recuperar el contacto con el grupo.
La pantalla de su móvil se encendió iluminando el techo de la habitación,
sacándola de su nido de pensamientos. Había recibido un mensaje. Era Erick.
- Fiora, ¿Estas por ahí?
-Hola Erick, sí, cuéntame.
-Vaya no pensé que te encontraría
despierta. Había olvidado comentarte que al final, Luis y el resto, han pensado
que sería más divertido acampar en otro lugar, ya sabes adentrarse más en el
bosque, supongo que pretenden encender una hoguera y contar historias de terror
para que las chicas se abracen a ellos, ya me entiendes.
- ¡Oh!, Vale no hay problema. Aunque no
pienso abrazarme a nadie.
- Me parece bien. Iré a buscarte, tengo
unas cositas para Missi. Por cierto, al final Megan también se apunta, así que
andamos algo escasos de tiendas ¿sigues teniendo la tuya?
- Sí, claro, la llevo.
- ¡Genial! hasta mañana entonces.
-. ¡Hasta mañana!
<< Vaya parece que al final nos adentraremos
en el bosque. Suena emocionante. >>
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