sábado, 5 de abril de 2014

Isanrra: Prologo

Y ahí estaba, en un claro rodeado de árboles, bajo la luz de la luna. Al amparo de una fogata, hipnotizada por sus llamas. Las preocupaciones habían desaparecido, las inquietudes y todos aquellos agobiantes sentimientos quedaron absortos bajo el hechizo del fuego, arrastrándola a un estado de total y absoluta relajación.

El resto de la compañía aun dormía. Era ella quien debía mantener la guardia, velando por el bien de sus compañeros, asegurándose de que permanecían a salvo.

A la derecha de la hoguera, echa un ovillo y abrazada a una daga con finas esmeraldas incrustadas en el mango, había una mujer que no parecía ser mucho mayor que ella, pero no alcanzaba a vislumbrar su rostro con claridad, ya que gran parte de él estaba cubierto por una larga melena ondulada. Sin embargo podían apreciarse unos grandes surcos bajo sus ojos que mostraban que no había descansado en varios días. Aquella mujer cubría su cuerpo con una capa oliva, que le pareció extrañamente familiar,  para resguardarse del frio de la nocheA sus pies, reposaba un reluciente arco plateado y un carcaj repleto de flechas.

El caballero que descansaba a la izquierda de la pira, dormía a pierna suelta sin preocupación alguna. Al contrario que su compañera, este mostraba un aspecto relajado y confiado. A ojos de la guardiana del campamento, aquel chico parecía ser muy grande y musculado, su cabello dorado brillaba iluminado bajo la luz de la luna. Vestía con una fina blusa marrón, de aspecto desgastado y unos pantalones negros y ajustados. Como su compañera, este también llevaba capa, aunque era oscura y no parecía estar usándola para resguardarse del frio. La espada del guerrero, se encontraba envainada, casi se podría decir que olvidada, reposando sobre la espesura.

La guardiana creyó escuchar un ruido muy cerca de ellos y se puso en pie de inmediato dejando atrás aquella calma. El ambiente se había vuelto tenso, oscuro y totalmente silencioso. Se llevó la mano a la cintura en busca de la protección de su daga, mirando de derecha izquierda, pero fue demasiado lenta, pues antes de poder desenvainarla, unos corpulentos brazos rodearon su cuello haciendo que depositara el arma de nuevo en su funda y robándole el oxígeno de los pulmones. Trato de zafarse en vano pues los brazos que la oprimían eran demasiado fuertes. Intento gritar para alertar a sus compañeros aun dormidos, pero de su garganta no salió sonido alguno….

 

Se incorporó de golpe lanzando un sonoro grito de dolor. Su garganta. Le costaba respirar. Se llevó las manos al cuello sin saber muy bien como ese gesto podría ayudarla, un acto reflejo supongo. Estaba empapada en sudor, asustada muy asustada y respiraba con dificultad. De nuevo aquel maldito sueño.

Despertarse en mitad de la noche gritando y muerta de miedo se había convertido en un ritual. A menudo con la sensación de no estar sola.

En la mayoría de aquellos sueños aparecían los mismos guerreros, los que aquella noche había tenido que proteger. Habitualmente aquellos sueños no eran más que  fragmentos insignificantes, incluso solía olvidarlos al día siguiente. No obstante, los últimos meses dejaron de ser simples fragmentos para transformarse en historias continuas y muy vividas.

Todo esto no habría sido un gran problema si no fuera por que empezaba a repercutir en su día a día. Le dolía cada musculo, le dolían los ojos y le dolía casi hasta caminar, se sentía terriblemente cansada.

Había consultado con varios especialistas al respecto, pero todos ellos coincidían en que seguramente se tratase del estrés debido a perdida de un ser querido.

Su padre.

Nunca conoció a su madre. Ignoraba los motivos por los cuales la había  abandonado. Cuando preguntaba a su padre al respecto, este se ponía tenso y serio y  tan solo le contaba que desapareció tras su nacimiento.

Pero si llegados a aquel punto de su vida aún no había tenido las agallas suficientes para ponerse en contacto con ella, desde luego no se merecía el título de madre. Jamás podría perdonar que ni tan siquiera la hubiera llamado por teléfono tras la muerte de su padre. ¿Acaso no sentía curiosidad por conocer a su hija? ¿No la quería? Pero sobre todo Fiora nunca le perdonaría, por no haber acudido al funeral.                            

Tan solo tenía a Missi y a Erick, su hermano. Bueno no era realmente su hermano pero así lo sentían. Erick siempre estuvo ahí, desde que eran pequeños. Se criaron prácticamente juntos como hermanos. Fue Erick quien estuvo ahí tras la muerte de su padre, no su madre. Fue Erick, quien iba todos los días a verla. Ella apenas habría sido capaz de mantenerse en pie si no fuera por él, lo sabía y le estaría eternamente agradecida. Le obligaba a alimentarse, a asearse a salir del sofá. Le obligaba a salir a la calle y despejarse y le ayudaba con la limpieza de la casa.

Esta trágica vivencia, le llevo a descuidar sus amistades y así misma.

Fueron Erick y Cora, quienes decidieron organizar la acampada que reuniría de nuevo a al grupo de amigos. Aquella quedada había sido creada específicamente para ponerse al día y recobrar la distancia.

Por otro lado Fiora, no podía hacer más que deliberar y fantasear con todas las actividades y aventuras que estaban por venir. Se presentaría voluntaria para recolectar madera y encender una fogata, donde asarian la comida y se resguardarían del frio. Pediría a Cora, una de sus mejores amigas junto con Erick, que le ayudase, y así hablarían de todos los cotilleos que se habían perdido en aquellos meses. Pero ella sabía que nada sucedería así, pues sus compañeros llevarían comida, y probablemente no encendiesen ninguna hoguera por miedo a provocar un incendio forestal. Si tenían frio se cubrirían con los sacos de dormir y si la comida estaba fría utilizarían el campin gas. <<Pero fantasear es gratis>>

Fiora, estaba realmente entusiasmada con la idea, en especial por todo lo que había vivido en el último año y medio. Una mañana mientras estaba trabajando recibió una terrible llamada telefónica. Su padre había muerto en un trágico accidente de coche. Ni si quiera pudo despedirse de él pues no hallaron más que su cartera entre las cenizas y los escombros. realizaron una ceremonia con un ataúd vacío.  

Pero definitivamente debía poner fin a aquella situación de continua autodestrucción. Su padre no querría verla así, no querría verla desperdiciar su vida, no querría verla dejar de lado a sus amigos. Sus sueños. Razón por lo que hacía un par de semanas decidió que había llegado el momento de dejar de depender de Erick, salir de la cama por sus propios medios y voluntad, alzarse, rehacer su vida, salir de aquel abismo de oscura depresión. Era la hora de dejar la bata de lado y comenzaría una nueva vida. Poner en orden sus ideas, sus proyectos, recuperar el contacto con el grupo.

La pantalla de su móvil se encendió iluminando el techo de la habitación, sacándola de su nido de pensamientos. Había recibido un mensaje. Era Erick.

- Fiora, ¿Estas por ahí?

-Hola Erick, sí, cuéntame.

-Vaya no pensé que te encontraría despierta. Había olvidado comentarte que al final, Luis y el resto, han pensado que sería más divertido acampar en otro lugar, ya sabes adentrarse más en el bosque, supongo que pretenden encender una hoguera y contar historias de terror para que las chicas se abracen a ellos, ya me entiendes.

- ¡Oh!, Vale no hay problema. Aunque no pienso abrazarme a nadie.

- Me parece bien. Iré a buscarte, tengo unas cositas para Missi. Por cierto, al final Megan también se apunta, así que andamos algo escasos de tiendas ¿sigues teniendo la tuya?

- Sí, claro, la llevo.

- ¡Genial! hasta mañana entonces.

-. ¡Hasta mañana!

<< Vaya parece que al final nos adentraremos en el bosque. Suena emocionante. >>

 








Jessy

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